Europa Press 23 de junio de 2009
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Contrariamente a las tesis defendidas tradicionalmente, que sostienen que el aprendizaje es el resultado de una ampliación de la suma de las habilidades, la investigación demuestra que todos los recién nacidos aprenden a hablar como resultado de la reestructuración o delimitación de su espacio perceptivo.
El estudio, que se publica en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences', señala que cualquier bebé es capaz de distinguir todos los sonidos que forman los idiomas, pero en el proceso de delimitación de sus capacidades establecen categorías, crean un espacio cognitivo y perceptivo concreto, y reducen su habilidad de aprender otras cosas.
Las conclusiones se alcanzaron después de observar la evolución de 24 bebés de seis meses de vida y otros 24 a punto de cumplir el año, criados en ambientes monolingües, tanto de la capital catalana como de Florida (Estados Unidos), y el estudio por primera vez incorporó un conjunto de estímulos reales que reciben los recién nacidos en su entorno cotidiano.
De dichas conclusiones se infiere que cada idioma tiene unos sonidos o fonemas particulares y el cerebro humano está abierto a la habilidad de percibirlos, aprenderlos y pronunciarlos, pero la especialización hace que ello se olvide, ya que "se dejan de hacer cosas que no se necesitan".
El investigador del Departamento de Psicología Básica de la UB, Ferran Pons, los profesores Núria Sebastián y Salvador Soto-Franco de la UPF, el estadounidense David J. Lewkowicz, y los laboratorios del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona colaboraron en la investigación.
Según Pons, hasta ahora los estudios desarrollados en este campo tenían en cuenta "una única modalidad sensorial", cuando los bebés no solo escuchan palabras sino que también las ven. "Ni escuchan voces sin mirar, ni miran las caras de las personas que les hablan sin escuchar", indicó Pons, y subrayó que la percepción del idioma se realiza simultáneamente "de forma auditiva y visual".
Los investigadores probaron como cualquiera de los 24 bebés de Barcelona de seis meses era capaz de integrar audiovisualmente los fonemas del inglés, pero a los once presentaban una percepción multisensorial de los estímulos "diferente", puesto que su aprendizaje se vuelve "más selectivo" y se asemeja más al de los adultos.
De este modo, los bebés que tienen más experiencia con su idioma ya no son capaces de percibir la correspondencia auditiva y visual de los fonemas ingleses, un resultado que Pons considera "lógico" porque el mundo que les rodea debe tener "coherencia" para ellos.
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